
Siglo
XIII. Un caballero ha muerto. Descanse en paz
Llantos, lamentos, gritos. Mujeres y hombres estirándose los cabellos,
mesando barbas, arañándose el rostro, y distintas voces pronunciando
endechas sobre la vida, obra y virtudes del finado.
Los perros de la familia
aullando, ladrando... una ternera mugiendo. Los cuernos de caza hechos sonar
por sirvientes, los estandartes arrastrados; amigos o escuderos del difunto
golpeando los escudos contra el suelo, quebrándolos. Otros cortando las
crines y colas de los caballos del séquito. Todo ello presidido por las
autoridades eclesiásticas al caso y como no, por el caballo con el escudo
invertido que había protegido en las luchas al caballero difunto. Escudo que
llegaría hasta la iglesia quedando junto a la tumba una vez exhumado el
cuerpo.
Eran escudos de este tipo
los que, según refiere San Bernardo, poblaban el interior de la iglesia de
los Templarios en Jerusalén..., pero estamos ante “el Córrer les Armes”,
denominación usada en la Corona de Aragón para el ritual funerario de un
caballero.
En
1998, buscando datos para montar las exequias de Diego de Marcilla, Joaquín
Díaz me mandó desde su museo de Urueña (Valladolid), algunas prohibiciones
dictadas en sínodos medievales sobre el comportamiento exagerado de los
participantes en los funerales. Pero era aquello tan histriónico que no me
atreví a introducir cosa tan potente en este acto de Las Bodas de Isabel.
Pensé que, por lo raro, desconcertaría a los civilizados habitantes del
cambio de siglo.
En estos 15 años me he
topado a menudo con sepulcros fechados entre los siglos XIII y XV que narran
iconográficamente esas exequias, así como referencias al tema en distintas
fuentes que he estudiado y guardado convenientemente.
En uno de esos momentos
donde se piensa en voz alta, tuve por testigo a Marian Pueo, una de los dos
directores teatrales de las Bodas quien, como no podía ser de otra manera,
se entusiasmó con el tema y me propuso introducir alguno de estos elementos
en el funeral de nuestro Amante. En ello estamos.
El Córrer les Armes tenia
algunos elementos que lo distinguía del ritual castellano donde recibía
nombres como “quebrantamiento de escudos” o “arrastre de banderas”,
Alcanzando en nuestro territorio un clímax mucho más dramático.
Fuera de nuestras actuales
fronteras solo encontramos algo equiparable en el condado de Foix, pero
dados los estrechos vínculos ultrapirenaicos de los miembros de ese linaje,
parece fácilmente atribuible a una influencia hispana.
Los antecedentes de estos
elementos ante la muerte de un guerrero los encontramos en el mundo romano,
aunque las manifestaciones físicas en la manifestación del dolor aparecen ya
en las plañideras del antiguo Egipto.
Pero en la época que nos
ocupa hay muchas referencias a los funerales de nuestros grandes guerreros.
Los reyes de Aragón
Jaime I (†1276) , Pedro el Ceremonioso(†1387) , Martín el Humano (†1410) ,
caballeros como Guillém Ramón de Montcada (†1275), el Conde de Urgell
Ermengol X (†1314) , o el propio Juan Diego de Marcilla (†1217) habrían
visto desde el más allá como su muerte era honrada con este despliegue de
elementos, emociones, bramidos y crujir de escudos que denominamos como “el
Córrer les Armes”.
Raquel
Esteban Martín
Fotografía superior:
Villalcárzar de Sirga, Palencia (tomasalo.blogspot.com) |