
Los
años pasan, y ya son unos cuantos los que convivimos horas y compartimos
espacios en compañía de la familia de Las Bodas de Isabel de Segura, –en lo
sucesivo lo simplificaremos a Las Bodas… con ello nos entendemos
suficientemente-. En este lapso importante de tiempo han sucedido muchas
cosas, muchas anécdotas han pasado por delante de nuestras miradas, y
multitud de situaciones personales han servido para hacer más fuertes los
vínculos que nos unen. Cuando el destino quiso cruzar nuestros caminos allá
por el 2006, aprovechó un paraje natural como es el de la Hortaleza de
Aldehuela para realizar tal maniobra. Antes de estas fechas, tanto Teresa
como Vicente –las caras visibles del proyecto Tele Aldehuela- habían
realizado sus incursiones en la recreación de Las Bodas desde la distancia.
Habíamos seguido alguno de los principales actos, incluso como meros
espectadores habíamos intentado registrar algún momento clave en tales
representaciones. Ni que decir tiene que el resultado no se aproximó mucho a
lo esperado.
Antes
de la señalada fecha, cuando Las Bodas estaban en fase embrionaria, -hablo
de los años 97-99 del pasado siglo- tanto Teresa madre como Mª Teresa hija
ya participaron como espectadoras en los primeros pasos de la criatura. El
motivo no fue otro que Raquel Esteban era profesora de la estudiante, y
animadora en su entorno para que el alumnado participase en la naciente
recreación. Teresa madre, receptora de la idea y entusiasta desde el
principio, se implicó en la aventura, y, acompañando primero y
confeccionando una indumentaria medieval después, se fue metiendo, sin
apenas darse cuenta, en lo que pasados unos años significaría la eclosión
generalizada en toda la ciudadanía turolense de aquella idea-sueño
Raqueliano.
Sin
duda, el destino tenía propiciado el cruce de caminos, y solo necesitó estar
atento al momento de hacerlo, desde entonces hemos mantenido una cordialidad
y respeto mutuos que han perdurado y perduran. Por un lado los entusiastas,
animadores y partícipes de un proyecto denominado
Tele Aldehuela, tenían ganas de
introducir nuevos contenidos que ofrecer a sus habidos espectadores; por
otro, la siempre atenta y vivaracha Raquel arrimando el ascua a su sardina,
estaba igualmente interesada en que alguien,… quien fuese,… difundiese,
cuanto más mejor, los grandes logros que el desarrollo de su idea con la
historia de Los Amantes de Teruel como fondo, estaban cosechando a nivel
popular, fundamentalmente, -como no podía ser de otra manera- en la ciudad
de Los Amantes. Así, con las ganas por ambas partes en un
auto-aprovechamiento de la situación planteada, comenzó tímidamente una
andadura que arrojó unos buenos momentos registrados y que, deduzco,
afianzaron el posicionamiento de ambas partes.
Bodas
hay muchas, pero ésta, la Recreación de Las Bodas, había adquirido ya una
importancia tal que se había introducido en todos los rincones de la
sociedad turolense. No había colectivo, por pequeño que fuese, que llegado
el mes de febrero no tuviese presente el evento que en fechas tan señaladas,
iba a cambiar por unos días el semblante de la cuidad. Ésta, se retrotraería
a lo acontecido ocho siglos atrás en estas mismas calles, y en mente de
todos estaba el ánimo de participar. Así, año tras año los grupos de
entusiastas fueron creciendo, y lo hicieron de tal modo que el casco antiguo
de la ciudad se quedó pequeño para alojar las jaimas o moradas que acogerían
temporalmente a estos colectivos.
Obvio
decir que lo mismo sucedería con las representaciones teatrales, el
entusiasmo con el que las gentes las había acogido, encontró un caldo de
cultivo ideal, así, no importaba la edad, todos los personajes tenían su
hueco en el escenario. La idea original de Raquel había encontrado su
prolongación en la pluma de Santiago Gascón, y ambas, de la mano, habían
sabido sintonizar con el espectador de modo tal, que las calles de la ciudad
se quedaban pequeñas para acoger al personal que quería seguirlas. Todo esto
necesitaba de una buena dirección, y aquí aportaron, -desde las fechas
referidas al principio- su indudable valía Marian y Joaquín, o Joaquín y
Marian. Cada uno con su personal estilo de dirección, fueron moldeando
personajes de la leyenda, y dando distintas formas y tratamientos a los
textos de Santiago y las ideas de Raquel. El mix tenía buena pinta y no
tardó en dar sus frutos, al final, por motivos de agenda con otros
compromisos profesionales, Joaquin tuvo que ser sustituido por Alfonso y en
la última edición, repescados los tres directores, y cada uno con su
impronta personal, las escenas ofrecieron un importante abanico de estilos
que las hicieron más atractivas si cabe.
Desde
este punto, encuentra su razón de ser la colaboración entre
Tele Aldehuela y Las Bodas. Si bien
la realización material de la recreación es lo que de verdad interesa cara
el gran público, -que es quien al final valorará lo acontecido- la parte de
ensayos y todos los esfuerzos que ello conlleva para cada uno de los
intervinientes parece que quedaba un poco en sombra. Los medios de
comunicación de masas únicamente se interesan por lo que quiere el gran
público, y este suele ser reacio a fijarse en los pormenores, lo que quiere
es ver el resultado final, el clímax, la esencia de lo que se trata, sin
importar los pormenores salvo una sucinta reseña para que se vea, -o intuya
más bien- que tras todo esto hay un trabajo serio y concienzudo
perfectamente dirigido y orquestado por una Dirección, que unifique y
cohesione el total de la obra. Así pues, como de la parte, digamos… bonita,
se van a encargar los medios de comunicación con capacidad para llegar al
gran público, la colaboración de la modesta Tele Aldehuela se debe de
centrar en aquellos aspectos más banales, y que puedan servir de contento y,
en cierto modo, de recuerdo y satisfacción personal para quienes ponen sus
esfuerzos en interpretar los papeles que darán forma a la recreación. Así,
poco a poco las cámaras se van introduciendo en el trayecto final de los
ensayos, y se pueden ir apreciando tanto la evolución de los personajes,
como los cambios introducidos por los directores en esta fase de adaptación
entre el guión a la realidad que se le quiere dar a cada escena.
Aquí,
sin duda, son muchas horas de trabajo de unos y otros, sin nombrar las otras
horas que cada uno tiene que dedicar a la memorización de textos,
memorización, que a lo largo del proceso de ensayo irán sufriendo
alteraciones y correcciones que necesariamente tienen que hacer suyas cada
uno de los personajes afectados. En este sentido resulta muy interesante e
ilusionante, ver como progresan los personajes a lo largo de los ensayos. Es
asombroso ver como se adaptan a las exigencias del guión y a las de los
respectivos directores de escenas, y como poco a poco la idea de partida va
rolando y adquiriendo una nueva dimensión. Es ciertamente bonito ver como
los aficionados actores intentan aprender técnicas de interpretación
siguiendo las orientaciones y recomendaciones de los directores, -a veces,
incluso ensayando sin la presencia de estos- y observar en general el
altísimo grado de implicación de unos y otros en tal tarea. Las gélidas
noches turolenses del mes de febrero, bien saben de los apuros que hacen
pasar a tan osados actores; se acabó la calefacción y el refugio prodigioso
que ella propicia. Las últimas jornadas anteriores a la representación real,
siempre son en escenarios naturales, es decir, al aire libre y soportando lo
exiguo que llega a ser, -en no pocas ocasiones- la altura del mercurio en su
recluido espacio. Las campanas de la Catedral tañen cual lamento ante la
casi indiferencia de quienes todavía tienen un buen trecho para finalizar su
jornada de ensayo.
Siempre
sucede algo mágico en cada jornada de ensayos, de tal suerte que lo vivido
en ese lapso de tiempo no resulta, -ni siquiera a los ojos del neófito
espectador- intrascendente. Ni que decir tiene que anécdotas las hay y no
pocas; desde los olvidos de texto en momentos clave que paralizan por
segundos la normal evolución de la escena, hasta inoportunos sonidos que el
azar dispensa procedente de sabe Dios qué extraño elemento ha decidido
acortar la distancia que lo separa del suelo, o el simpático móvil que suena
en el peor de los momentos posibles. Por aquello de relatar alguno pero con
la idea de no aburrir sino todo lo contrario, recuerdo en una ocasión que
una simple botella de agua preparó lo que pudo haber significado la
defenestración anímica de haber sido producido por una persona. El inocente
hecho se produjo en el punto álgido de una escena, -no se dan pistas para no
delatar intervinientes- cuando, por efecto de la temperatura, un botellín de
agua, vacío, intentó recuperar su forma original, produciendo ese sonido tan
escandaloso que solo las botellas de plástico saben hacer; en esta ocasión,
a este inocente estallido le siguió la precipitación de la botella vacía de
líquido, desde lo alto del mueble que sirve para alojar temporalmente los
útiles diarios, al suelo, con lo que el efecto multiplicador de los botes y
rebotes de la vacía botellita lleva consigo. Como decía, si tras este
curioso e inocente estruendo se hubiese encontrado un ser, podemos decir…
humano, la frase de “tierra trágame” se habría quedado corta para resumir su
complicada situación.
De
cada uno de estos encuentros salen horas de convivencia, y el intercambio
cultural que los rodea es una verdadera joya que no hace sino incrementar el
valor que de partida tienen. Con las mejores intenciones se reparten por
doquier recomendaciones entre los que acumulan más horas de ensayos y
actuación, y los que por primera vez se adentran en este mundo. Las técnicas
que cada uno utiliza tanto para memorizar los textos como para recordar la
correcta secuencia de los mismos. La puesta en escena de determinados
pasajes escénicos en sus respectivos ambientes domésticos y familiares, para
que luego salten de forma espontanea en el escenario, son técnicas que
alguno utiliza para reforzar y garantizar el éxito de su papel. La facilidad
que todos tienen para aceptar las recomendaciones de los directores es algo
que rápidamente llama la atención. ¡Cómo son capaces de dar un giro casi
total a una escena de un ensayo al siguiente, con la simple indicación del
director!, y la facilidad que tienen, -seguro que para ellos no es fácil-
para sincronizar y recordar texto, movimiento y posición en el escenario.
Sin duda todo ello forma parte de lo que podemos llamar como predisposición
de las personas para determinadas tareas interpretativas, o dicho de manera
popular, “tener dotes para ello”. El hecho de que un gran número, -sobre
todo de jóvenes- tienen conocimientos y facultades musicales, aportan un
especial colorido al desenlace y la puesta en escena finales. La armonía, en
definitiva se palpa desde el primer contacto y perdura a lo largo de su
temporal recorrido… y más allá.
El
tamaño de la Ciudad de los Amantes, propicia constantes y numerosos
encuentros casuales a lo largo del año entre sus moradores, y siempre que
ello sucede con alguno de los numerosos intervinientes en alguna de las
recreaciones, se produce un especial saludo que demuestra que hay algo más
que simple relación humana. Se han compartido muchas cosas y eso crea
impronta, afinidad y algo especial que solo quien lo ha compartido valora en
su medida. Tanto da que las edades coincidan o se encuentren separadas por
generaciones, el saludo es efusivo y deja bien a las claras la evidencia de
que algo importante se ha compartido.
Indeseables
al principio, toleradas después, y reclamados los recuerdos que guardan;
esto es lo que les sucede a las cámaras en los ensayos. A los actores les
incomodaban, descubren sus puntos débiles y violan la intimidad del ensayo;
para los directores, -unos más que otros- porque pensaban que se desvelaban
parte de sus secretos profesionales, y se rompía el efecto sorpresa que su
celo profesional aplicaba a cada fragmento, pasaje o escena. Poco a poco se
encontró la situación de equilibrio, y creemos haber llegado a un punto en
el que la relación entre unos y otros es casi soportable, y son muy pocos
los momentos en los que es necesario pulsar el botón de stop. Entendimos en
su día, y seguimos haciéndolo, que sería una verdadera pena que todos estos
inolvidables momentos por todos vividos, pasasen dejando huella únicamente
en las memorias de quienes los realizan, amén, que desde el punto de vista
de documentos históricos, -tanto para la Fundación como para los
intervinientes- quedaría falto de una importante parte del todo. El progreso
que estas técnicas han experimentado en los últimos años, unido a la
facilidad con que hoy en día se genera este tipo de información, hacen casi
imposible que esta faceta quede sin cubrir en el futuro, máxime con la
cantidad de jóvenes que conforman una parte importante del potencial humano
con el que año tras año se nutre la Fundación. Ellos representan –sin duda-
la verdadera esencia, y la garantía de futuro.
Si
alguien nos hubiese dicho allá por los años 1990, que las calles de Teruel
serían un hervidero de gentes en pleno mes de febrero, seguramente la
carcajada se quedaría pequeña para definir la previsible reacción del
hipotético interlocutor. Y sin embargo es cierto, al parecer las gentes de
esta ciudad estaban esperando que alguien presionase el botón que los/nos
pusiese en marcha, y esta situación se dio. En forma de sueño, -según
manifiesta la hacedora de tal evento- pero el caso es que se dio, y despertó
a toda una comunidad dormida.
Al
parecer la recreación de Las Bodas se quedaba corta, y surgieron nuevos
elementos, nuevos temas que ocuparon los espacios en blanco que los
entusiastas actores tenían entre edición y edición. Primero llegó la
Expulsión de los Moriscos en la localidad de Gea de Albarracín, después La
despedida de Diego allá por el mes de septiembre. Ya lanzados, todo lo que
se ponga por delante es bien recibido por este gran equipo humano. Si hay
que celebrar un aniversario… ¡pues se celebra! Para todo sirven y a todo le
saben dar un toque personal que lo hace, además de atractivo, interesante.
Bien
se merece pues todo lo reseñado un adecuado elogio. Ya sabemos cuán reacios
somos a reconocer los méritos que otros van cosechando. No estamos, -en
general- educados para inclinar la cabeza y reconocer los progresos de
quienes destacan en una u otra materia. Cuesta, y si es posible evitamos
tener que hacer semejante esfuerzo. Así pues, baya desde estas líneas
nuestras más sinceras felicitaciones a todos los que de una u otra manera
han y/o están contribuyendo al éxito de esta formidable idea/empresa.
En
este punto creo que será bueno reconocer también lo que ha significado para
Tele Aldehuela estas contribuciones
con Las Bodas. Se ha diversificado de manera sensible la generación de
contenidos, en una dirección que no era previsible en un principio, y que se
escapa, -en apariencia- del objetivo de su origen. Los receptores de estos
mensajes los han agradecido, y algo habrán contribuido a fomentar y difundir
este evento en sus lugares de origen, hay que tener en cuenta que parte de
la audiencia proviene de tierras valencianas en una gran mayoría.
Lo
realizado hasta la fecha hay queda, el futuro, -como siempre sucede- se
encargará de juzgarlo, y establecerá su auténtico valor. La ilusión con la
que se han realizado estas contribuciones ha sido grande, y el ánimo que las
ha dirigido siempre, ha sido desde el más estricto respeto mutuo. Que
perdure esta situación si lo anterior es recíproco, solo el tiempo es capaz
de desvelarlo. Desde Tele Aldehuela somos conscientes de nuestras
limitaciones, y creemos saber cuáles son los límites que nunca debemos
pasar. Somos tan aficionados como el que más, y no nos avergüenza reconocer
nuestra condición como tales. A nuestro ego le agrada recibir los elogios de
quienes sinceramente valoran nuestra contribución, y hemos aprendido a no
dar más importancia de la que tiene a quienes son críticos con ella, ambos
extremos tienen su parte de razón. Todo es mejorable, y a la vez, todo puede
ir a peor.
Vicente
Maicas y Teresa Navarro
Fotos de los autores; imágenes de Aldehuela (Teruel), fuente
de la Hortaleza, y de Teresa y Vicente. |